TOP POEMAS

29 años de poesía osura

Una dama hermosa

vino a visitarme,

su nombre es la Muerte

y con ella me ha llevado.

Ni con el llanto me puedes devolver

la vida que ya no me pertenece,

en una caja yace mi cuerpo inerte,

rodeado de sollozos y gemidos.

La triste luz de los cirios refleja mi pálido rostro yerto,

he visto tu pena disfrazada en sufrimiento.

Aunque ahora esté muerto

quisiera que sepas lo que siento.

Dijiste que no te volvería a ver

y hoy a mi funeral has sido la primera en llegar.

Una flor jamás me recibiste

sin embargo, has traído un lindo ramo.

Nunca aceptaste pasar un rato juntos,

ahora pasaremos los dos toda la noche.

Tus ojos nunca por mí se preocuparon

hoy todas tus lágrimas me pertenecen.

Un día te quise ver desnuda, 

ahora te veo de negro.

Un abrazo sincero nunca me lo diste,

hoy tus brazos calientan mi ataúd.

Lo que en tus labios un día murió

no podrá resucitar jamás.

Ahora dices que me quieres

cuando ya las palabras no tienen sentido.

Sobre mi frío ataúd

escucho tu llegada,

unas lágrimas resbalan

por mi pálida mejilla,

siento tus abrazos,

siento tu tristeza,

deseaba verte, aunque no de esa forma,

gracias por venir a este mi funeral,

te escucho,

te veo,

tan bella como la primera vez,

pero ahora es la última,

me llevo tu sangre:

tan dulce como el vino,

y tan amarga

como el veneno que me tiene aquí.

Y se hizo la muerte,

cuando las gotas de sangre

en mi corazón,

cubrieron tu último recuerdo.

La noche más negra

hacía llover mansedumbre

sobre las cicatrices

de mis ojeras,

restregadas desde siempre

en lágrimas venenosas,

que lentamente infectaban

esa imagen llamada: Mañana.

Así llegó el Olvido

miserable, mezquino y traicionero,

para derrumbar mi ser

hasta un sombrío lugar

donde los demonios temen entrar,

un sucio y solitario lugar,

donde las ruinas del hastío

conciben sentimientos sombríos,

que lloran sangre,

sobre tu nombre.

Es media noche al filo

de mis tristes circunstancias,

las rosas cubren de pretextos

donde la vida se recoge

en un frasco imposible de abrir,

pero, que con facilidad

puede llegar a romperse,

perfumes se confunden con venenos,

venenos se confunden con gloria,

ante los ojos de la nada,

porque el dolor lo consume todo:

amor, ilusiones y sentimientos,

gloria que en realidad no existe

el aroma de soledad,

dejando lamentos arropados

en pálidos versos,

que sólo pueden subsistir,

con la esperanza de llegar a la orilla,

donde piadosos brazos nos abracen,

y así poder derramar lágrimas

en aquellos silenciosos labios,

que logren sostener

nuestra miserable alma.

Sintiendo el final de mi vida

y con los remordimientos marchitando

quiero dejarte la última ofrenda

que ha compuesto mi triste corazón.

Porque más allá de los años

que no entendí como ganarme tu amor

quedan viejas palabras

arrugadas por el silencio.

De ti recibí el juego macabro

para enlutar los sentimientos,

pues si siempre fui nostálgico,

en tu honor estaqué mis lágrimas.

No me llevo nada de ti

porque mereces quedar en mis poemas

que duelen tanto como esta agonía

pues sólo supe aferrarme a la ausencia.

Quisiera verte, estrecharte entre mis brazos

y contarte que sigues siendo mi musa,

pero ya olvidé eso de entablar una conversación,

¡Ahora sólo balbuceo con los muertos!

Me duele el alma

fruto de los sueños que se pudrieron

cuando te esperaba para que empujes

la silla de ruedas de mi vida.

Hoy he llegado al despeñadero,

no tendré que hacer mayor esfuerzo,

sólo dejar que las circunstancias instiguen

travesía abajo hasta el olvido.

(Visto desde mi atormentada alma)

Volverán los entristecidos cuervos

de tus labios sus lágrimas a enjugar

y otra vez con sus alas heridas

sangrando te hablarán.

 Pero aquellos que en cansado vuelo

recogían tu belleza y mi melancolía,

aquellos que guardaban nuestro amor

esos ¡No volverán!

Volverán las negras rosas

de tu corazón las espinas a clavar

y otra vez al tedio, aún más marchitas

sus pétalos han de rasgar.

Pero aquellas gotas de sangre

cuyas muertes sentíamos palpitar

y caer al vacío de la vida

esas ¡No volverán!

Entonces un cariño bastardo

pondrá en tus labios un beso vulgar,

tu alma de mi epitafio

para siempre se alejará.

Pero, hastiado y suicida y sin plegarias

como se ama a la Muerte al anochecer,

como mi oscura alma te ha amado

¡Maldita: así no te amarán!

Entre tu amor y el mío, solo queda el hastío

contigo fui agua en los labios del diablo,

animal muerto que abonaba el establo,

mi bella, idolatrada sobre el cadáver frío.

Tu sangre vi morir a orillas de un río,

herida que sin tiempo y sin vocablo

caía a los pies de mi fúnebre retablo

cual hoja seca, cobijada en el vacío.

Tus fantasmas vi a la hora del fastidio

cuando el veneno navegaba en las venas

hasta llegar al muelle del suicidio.

En dulce cráneo donde bebí tus penas

clave la cruz invertida de mi presidio

y rompí con dios y con la vida las cadenas.

Muy cerca del fin, yo te maldigo vida

porque nunca pude encontrar el camino

y en el amor siempre fui un triste peregrino

que se embarcó sobre la esperanza fallida.

Calla el cuerpo, pero el alma no olvida

lo miserable que puede ser el destino,

vida maldita que engendra lo mezquino

hasta en la tumba donde yace el suicida.

En jardines blancos sembré mis rosas

a las que a diario las regaba con miel,

pero murieron como todas las otras cosas.

Entonces: abrigo viejo se convirtió mi piel,

siempre en las fauces de criaturas peligrosas

donde la sed se calma con lágrimas de hiel.

Que eterna sea la mujer sin corazón

por sacar del vientre su amargura,

después de revolcarse en la basura

no puede engendrar sin tener una razón.

Dar vida sin amor no es una bendición

y hasta las bestias se comen su criatura

al saber que van a fracasar en la natura

pues nadie merece ser una aberración.

Quien nace ya sufre del mayor espanto

al verse condenado a una mísera vida

que sólo nos conduce al desencanto.

Nunca es pecado ayudar en la partida

de quien su destino será dolor y llanto,

pecado es dejar abierta la fatal herida.

En la penumbra de la conciencia,

donde el ser se desvanece en sombras,

emerge un diálogo imposible:

marfil contra sangre,

silencio contra latido.

El cráneo,

fortaleza de hueso y vacío,

susurra en la oscuridad de su bóveda:

“Soy el altar donde mueren los recuerdos,

donde la razón se congela en silencio eterno.

En mí, el amor y el odio colisionan,

cada ilusión un eco solitario

en este palacio frío de marfil.

Soy el guardián de los pensamientos olvidados,

el laberinto donde se pierden los sueños.

En mis cavernas resuenan ecos de vidas pasadas,

ideas que brillan y se apagan

como estrellas moribundas en un universo en contracción.

Aquí, el tiempo se pliega sobre sí mismo,

el futuro y el pasado se funden

en un presente eterno e inmóvil.

Cada idea, un fantasma errante,

cada recuerdo, una lápida en mi cementerio de neuronas.

Soy el trono de la razón,

fría y calculadora,

que observa el mundo a través de órbitas vacías.

En mi reino de lógica implacable,

las emociones se congelan,

cristalizadas en silogismos perfectos e inútiles.”

El corazón,

palpitante y sangrante,

responde en su rítmica agonía:

“También yo soy campo de batalla,

cada latido una herida,

cada ilusión un desafío a la muerte.

En mis cámaras rojas

danzan la victoria y la tristeza,

nadando en mares de amor y dolor.

Soy el océano carmesí de la pasión,

donde se ahogan los miedos y flotan los deseos.

Mis arterias son laberintos de existencia,

cada latido una revolución,

cada pulsación un grito de guerra contra el destino.

En mis campos fluye la historia de la humanidad,

ríos de amor y odio,

cascadas de alegría y desesperación.

Soy el tambor que marca el ritmo de la vida,

el fuego que consume y regenera,

la fragua donde se forjan los sueños y las pesadillas.

En mí habitan todas las contradicciones:

soy fuente de vida y semilla de destrucción,

cuna de la compasión y nido del rencor.

Cada cicatriz en mis paredes

es un mapa de la existencia,

cada válvula un portal a los sentimientos.”

Y así, en el teatro absurdo del ser,

se enfrentan en danza macabra:

la quietud helada del pensamiento

contra el ardor incesante de la emoción.

El cráneo proclama:

“La vida es un error de cálculo en la ecuación del cosmos,

 un paréntesis insignificante en la eternidad del vacío.”

El corazón replica:

“La vida es un milagro palpitante,

 una sinfonía de sangre y deseo que desafía al silencio universal.”

Juntos, en su discordia, tejen la trama de la conciencia:

una red de nervios y arterias,

de sinapsis y pulsaciones,

que sostiene el frágil equilibrio de la existencia.

La realidad se desdobla en capas:

pensamiento sobre emoción,

razón sobre instinto,

duda sobre certeza.

Cada decisión, una bifurcación en el laberinto del ser.

Cada elección, una muerte pequeña,

un universo de posibilidades que se cierra

mientras otro se abre, incierto y aterrador.

El tiempo fluye, inexorable,

erosionando las defensas del cráneo,

desgastando las fuerzas del corazón.

Y en su paso implacable,

me recuerda mi mortalidad,

espejo oscuro donde se refleja el absurdo.

¿Qué soy sino recipiente de contradicciones?

Ánfora quebradiza que contiene

el elixir volátil de la consciencia.

Cráneo y corazón,

una contradicción encarnada

en hueso y sangre.

La melodía fatalista resuena,

una canción que me consume,

mientras bailo, inconsciente,

al borde del suicidio.

En este baile eterno al borde del abismo,

descubro la esencia de mi humanidad:

la capacidad de amar en la certeza del fin,

de buscar la verdad

sabiendo que es inalcanzable.

 Navego por el mar turbulento del ser,

 náufrago en busca de un faro

 que tal vez nunca existió.

TOP POEMAS

29 años de poesía osura

Una dama hermosa

vino a visitarme,

su nombre es la Muerte

y con ella me ha llevado.

Ni con el llanto me puedes devolver

la vida que ya no me pertenece,

en una caja yace mi cuerpo inerte,

rodeado de sollozos y gemidos.

La triste luz de los cirios refleja mi pálido rostro yerto,

he visto tu pena disfrazada en sufrimiento.

Aunque ahora esté muerto

quisiera que sepas lo que siento.

Dijiste que no te volvería a ver

y hoy a mi funeral has sido la primera en llegar.

Una flor jamás me recibiste

sin embargo, has traído un lindo ramo.

Nunca aceptaste pasar un rato juntos,

ahora pasaremos los dos toda la noche.

Tus ojos nunca por mí se preocuparon

hoy todas tus lágrimas me pertenecen.

Un día te quise ver desnuda, 

ahora te veo de negro.

Un abrazo sincero nunca me lo diste,

hoy tus brazos calientan mi ataúd.

Lo que en tus labios un día murió

no podrá resucitar jamás.

Ahora dices que me quieres

cuando ya las palabras no tienen sentido.

Sobre mi frío ataúd

escucho tu llegada,

unas lágrimas resbalan

por mi pálida mejilla,

siento tus abrazos,

siento tu tristeza,

deseaba verte, aunque no de esa forma,

gracias por venir a este mi funeral,

te escucho,

te veo,

tan bella como la primera vez,

pero ahora es la última,

me llevo tu sangre:

tan dulce como el vino,

y tan amarga

como el veneno que me tiene aquí.

Y se hizo la muerte,

cuando las gotas de sangre

en mi corazón,

cubrieron tu último recuerdo.

La noche más negra

hacía llover mansedumbre

sobre las cicatrices

de mis ojeras,

restregadas desde siempre

en lágrimas venenosas,

que lentamente infectaban

esa imagen llamada: Mañana.

Así llegó el Olvido

miserable, mezquino y traicionero,

para derrumbar mi ser

hasta un sombrío lugar

donde los demonios temen entrar,

un sucio y solitario lugar,

donde las ruinas del hastío

conciben sentimientos sombríos,

que lloran sangre,

sobre tu nombre.

Es media noche al filo

de mis tristes circunstancias,

las rosas cubren de pretextos

donde la vida se recoge

en un frasco imposible de abrir,

pero, que con facilidad

puede llegar a romperse,

perfumes se confunden con venenos,

venenos se confunden con gloria,

ante los ojos de la nada,

porque el dolor lo consume todo:

amor, ilusiones y sentimientos,

gloria que en realidad no existe

el aroma de soledad,

dejando lamentos arropados

en pálidos versos,

que sólo pueden subsistir,

con la esperanza de llegar a la orilla,

donde piadosos brazos nos abracen,

y así poder derramar lágrimas

en aquellos silenciosos labios,

que logren sostener

nuestra miserable alma.

Sintiendo el final de mi vida

y con los remordimientos marchitando

quiero dejarte la última ofrenda

que ha compuesto mi triste corazón.

Porque más allá de los años

que no entendí como ganarme tu amor

quedan viejas palabras

arrugadas por el silencio.

De ti recibí el juego macabro

para enlutar los sentimientos,

pues si siempre fui nostálgico,

en tu honor estaqué mis lágrimas.

No me llevo nada de ti

porque mereces quedar en mis poemas

que duelen tanto como esta agonía

pues sólo supe aferrarme a la ausencia.

Quisiera verte, estrecharte entre mis brazos

y contarte que sigues siendo mi musa,

pero ya olvidé eso de entablar una conversación,

¡Ahora sólo balbuceo con los muertos!

Me duele el alma

fruto de los sueños que se pudrieron

cuando te esperaba para que empujes

la silla de ruedas de mi vida.

Hoy he llegado al despeñadero,

no tendré que hacer mayor esfuerzo,

sólo dejar que las circunstancias instiguen

travesía abajo hasta el olvido.

(Visto desde mi atormentada alma)

Volverán los entristecidos cuervos

de tus labios sus lágrimas a enjugar

y otra vez con sus alas heridas

sangrando te hablarán.

 Pero aquellos que en cansado vuelo

recogían tu belleza y mi melancolía,

aquellos que guardaban nuestro amor

esos ¡No volverán!

Volverán las negras rosas

de tu corazón las espinas a clavar

y otra vez al tedio, aún más marchitas

sus pétalos han de rasgar.

Pero aquellas gotas de sangre

cuyas muertes sentíamos palpitar

y caer al vacío de la vida

esas ¡No volverán!

Entonces un cariño bastardo

pondrá en tus labios un beso vulgar,

tu alma de mi epitafio

para siempre se alejará.

Pero, hastiado y suicida y sin plegarias

como se ama a la Muerte al anochecer,

como mi oscura alma te ha amado

¡Maldita: así no te amarán!

Entre tu amor y el mío, solo queda el hastío

contigo fui agua en los labios del diablo,

animal muerto que abonaba el establo,

mi bella, idolatrada sobre el cadáver frío.

Tu sangre vi morir a orillas de un río,

herida que sin tiempo y sin vocablo

caía a los pies de mi fúnebre retablo

cual hoja seca, cobijada en el vacío.

Tus fantasmas vi a la hora del fastidio

cuando el veneno navegaba en las venas

hasta llegar al muelle del suicidio.

En dulce cráneo donde bebí tus penas

clave la cruz invertida de mi presidio

y rompí con dios y con la vida las cadenas.

Muy cerca del fin, yo te maldigo vida

porque nunca pude encontrar el camino

y en el amor siempre fui un triste peregrino

que se embarcó sobre la esperanza fallida.

Calla el cuerpo, pero el alma no olvida

lo miserable que puede ser el destino,

vida maldita que engendra lo mezquino

hasta en la tumba donde yace el suicida.

En jardines blancos sembré mis rosas

a las que a diario las regaba con miel,

pero murieron como todas las otras cosas.

Entonces: abrigo viejo se convirtió mi piel,

siempre en las fauces de criaturas peligrosas

donde la sed se calma con lágrimas de hiel.

Que eterna sea la mujer sin corazón

por sacar del vientre su amargura,

después de revolcarse en la basura

no puede engendrar sin tener una razón.

Dar vida sin amor no es una bendición

y hasta las bestias se comen su criatura

al saber que van a fracasar en la natura

pues nadie merece ser una aberración.

Quien nace ya sufre del mayor espanto

al verse condenado a una mísera vida

que sólo nos conduce al desencanto.

Nunca es pecado ayudar en la partida

de quien su destino será dolor y llanto,

pecado es dejar abierta la fatal herida.

En la penumbra de la conciencia,

donde el ser se desvanece en sombras,

emerge un diálogo imposible:

marfil contra sangre,

silencio contra latido.

El cráneo,

fortaleza de hueso y vacío,

susurra en la oscuridad de su bóveda:

“Soy el altar donde mueren los recuerdos,

donde la razón se congela en silencio eterno.

En mí, el amor y el odio colisionan,

cada ilusión un eco solitario

en este palacio frío de marfil.

Soy el guardián de los pensamientos olvidados,

el laberinto donde se pierden los sueños.

En mis cavernas resuenan ecos de vidas pasadas,

ideas que brillan y se apagan

como estrellas moribundas en un universo en contracción.

Aquí, el tiempo se pliega sobre sí mismo,

el futuro y el pasado se funden

en un presente eterno e inmóvil.

Cada idea, un fantasma errante,

cada recuerdo, una lápida en mi cementerio de neuronas.

Soy el trono de la razón,

fría y calculadora,

que observa el mundo a través de órbitas vacías.

En mi reino de lógica implacable,

las emociones se congelan,

cristalizadas en silogismos perfectos e inútiles.”

El corazón,

palpitante y sangrante,

responde en su rítmica agonía:

“También yo soy campo de batalla,

cada latido una herida,

cada ilusión un desafío a la muerte.

En mis cámaras rojas

danzan la victoria y la tristeza,

nadando en mares de amor y dolor.

Soy el océano carmesí de la pasión,

donde se ahogan los miedos y flotan los deseos.

Mis arterias son laberintos de existencia,

cada latido una revolución,

cada pulsación un grito de guerra contra el destino.

En mis campos fluye la historia de la humanidad,

ríos de amor y odio,

cascadas de alegría y desesperación.

Soy el tambor que marca el ritmo de la vida,

el fuego que consume y regenera,

la fragua donde se forjan los sueños y las pesadillas.

En mí habitan todas las contradicciones:

soy fuente de vida y semilla de destrucción,

cuna de la compasión y nido del rencor.

Cada cicatriz en mis paredes

es un mapa de la existencia,

cada válvula un portal a los sentimientos.”

Y así, en el teatro absurdo del ser,

se enfrentan en danza macabra:

la quietud helada del pensamiento

contra el ardor incesante de la emoción.

El cráneo proclama:

“La vida es un error de cálculo en la ecuación del cosmos,

 un paréntesis insignificante en la eternidad del vacío.”

El corazón replica:

“La vida es un milagro palpitante,

 una sinfonía de sangre y deseo que desafía al silencio universal.”

Juntos, en su discordia, tejen la trama de la conciencia:

una red de nervios y arterias,

de sinapsis y pulsaciones,

que sostiene el frágil equilibrio de la existencia.

La realidad se desdobla en capas:

pensamiento sobre emoción,

razón sobre instinto,

duda sobre certeza.

Cada decisión, una bifurcación en el laberinto del ser.

Cada elección, una muerte pequeña,

un universo de posibilidades que se cierra

mientras otro se abre, incierto y aterrador.

El tiempo fluye, inexorable,

erosionando las defensas del cráneo,

desgastando las fuerzas del corazón.

Y en su paso implacable,

me recuerda mi mortalidad,

espejo oscuro donde se refleja el absurdo.

¿Qué soy sino recipiente de contradicciones?

Ánfora quebradiza que contiene

el elixir volátil de la consciencia.

Cráneo y corazón,

una contradicción encarnada

en hueso y sangre.

La melodía fatalista resuena,

una canción que me consume,

mientras bailo, inconsciente,

al borde del suicidio.

En este baile eterno al borde del abismo,

descubro la esencia de mi humanidad:

la capacidad de amar en la certeza del fin,

de buscar la verdad

sabiendo que es inalcanzable.

 Navego por el mar turbulento del ser,

 náufrago en busca de un faro

 que tal vez nunca existió.

CUADERNO

Poesía Oscura

Y se hizo la muerte cuando las gotas de sangre en mi corazón cubrieron tu último recuerdo.
Cuaderno

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Poesía Oscura

Y se hizo la muerte cuando las gotas de sangre en mi corazón cubrieron tu último recuerdo.
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