Bien sé que entre tu corazón y mis gusanos lo único que existe es una gran distancia, mitad por tu delirio y mitad por mi arrogancia de haber blasfemado a todos los humanos.
Mas mi sangre siempre la vertí en tus manos como orquídea seca ya y sin pizca de fragancia para cambiar de dirección la circunstancia de sentirnos enfermos aun estando sanos.
En flores de geranios guardamos la cicatriz para amar, ese era nuestro jardín perfecto donde tú le enseñabas a este torpe aprendiz.
Pudo ser, no lo fue, quizás hicimos lo correcto: terminar con todo desde el fruto hasta la raíz, pero me voy con tu mentira y tú con mi defecto.